Retornando del ostracismo

Se habrán dado cuenta que hace más de un mes que no escribo, esto se debe a que me encontraba en una búsqueda. Me buscaba a mi mismo.
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Y no se trataba de buscar en un espejo y encontrarme, desde que nacemos nos hallamos inmersos en una lucha en la que nos debatimos entre lo que realmente somos y lo que el entorno espera que seamos: lo que debemos ser. En los primeros años la infancia nos disculpa las actitudes que tomamos sin que nos mesure el condicionamiento, la educación social nos ubica en un punto de equilibrio, nos hace aceptables socialmente, pero, ¿realmente que tanto dejamos de ser lo que eramos en nuestra infancia? ¿qué tanto vamos renunciando a nosotros mismos?
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Aunado a esto, nosotros podemos decidir que queremos ser, tomamos patrones conductuales o comportamientos ejemplares para moldear nuestra personalidad, entonces se mezcla lo que somos, lo que debemos ser y lo que queremos ser. Todo ello lleva a una lucha intestina de la que poca gente se percata, el diario tomar de decisiones se basa en parte en el mensaje que queremos dar de quienes somos.
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Hace poco me encontré con el que yo debía ser, con el que la sociedad espera que sea. Un adulto en edad productiva que debe ser el de el auto familiar, el de la casa dúplex, el de los muebles en abonos chiquitos, el que se integre al engranaje social. Eso estará bien para algunos, pero ese no soy yo. Ese no escogí ser yo.
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Pero de pronto me hallé en la disyuntiva, me encontré con las preguntas: ¿Quién eres tú realmente? y ¿Qué es lo que realmente quieres? Hallar la respuesta es descubrirse; es encontrarse.
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Esta bien ser quien uno sea, siempre y cuando se sea ese que se quiere ser.
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Una disculpa si les parece que todo esto es algo más bien personal, pero siento profundamente que debía una explicación de mi demora en la publicación. Un saludo.