Nostalgia del presente


Y de nuevo la nostalgia…

Se acerca con el sigilo de un gato, se vuelve etérea y todo lo invade, y todo lo inunda...  ver, tocar, oler y tener la certeza que todo lo que está a nuestro alrededor va a ser extrañado, aunque siga allí, aunque no se mueva, aunque nunca cambie, nunca será lo mismo…

Es la misma mecánica, uno no se da cuenta que está vivo, hasta que se vuelve completamente consciente de que va a morir, el saber que vamos a extrañar todo lo que nos rodea en este momento, debería darnos la pauta para valorar nuestra existencia en los instantáneos momentos en los que se va sucediendo.

Y aún así la vida nos queda corta.

No es lo que uno hace, no es lo que uno deja de hacer, simplemente es la incapacidad de poder asimilar todo lo que significa estar vivos, pero aún si viviéramos mil años, mil años desperdiciaríamos volteando hacia atrás y asomándonos hacia adelante.

Está nostalgia no es estrictamente del pasado, es existencial, es de hoy, de este momento, de saber que es único, irrepetible, que es solo un fragmento microscópico de polvo dentro de las inmensas arenas del tiempo, y que será olvidado irremediablente, por trascendente que parezca, y desaparecerá como cada uno de nosotros.

La pregunta surge: ¿Qué sentido tiene? Ninguno, dirán los pesimistas, pero al contrario, creo que tiene todos los sentidos que queramos y podamos darle, no importa, al final nunca importará, pero el instante es nuestro, esa nostalgia nos permite tomar, arrancar y hacer nuestro ese fragmento de tiempo, esa nostalgia que nos dice que la vida se va, pero aferrarse a vivirla es nuestro ínfimo derecho.

Vivir con nostalgia no debe ser el escapar del presente a un pasado que parece mejor, sino saber con certeza lo efímeros que somos.

Y ya me es inevitable vivir sin nostalgia.