Escribo ahora porque las palabras me brotan a flor de piel, casi escapan junto con mis lágrimas… y me duele como si fuera un dolor propio, como si fuera un dolor mío… y ¿quién soy yo? No soy familia, no soy amigo, ni siquiera soy conocido… pero para mí él si lo es, fue en mi niñez mientras mi abuelo me leía a Rulfo y me platicaba de García Márquez y me sumergía en el hermoso mundo de las letras… ¿Cómo no sentirlo mío cuando mis recuerdos más dulces llevan su imagen como marco?
Él se definía como terco, y yo
tercamente me niego a creer su muerte y me siento en un rincón a repasar en mi
mente a sus entrañables personajes, no sólo es conocerlo a través de su obra, o
sentir la intimidad de su autobiografía, sino también sentirse identificado con
su forma plena de vivir su vida.
Y me pregunto si habrá alguien
en el mundo que al leerlo no quiera escribir como él, si al descubrir la
belleza de sus frases no querría haberlas escrito uno mismo, y quienes nos
aventuramos a tratar de escribir lo que nos pasa por la mente, no lo sintamos
como un propio maestro.
De hecho, es ya un privilegio el
ser contemporáneo de quien se le ha considerado, y a los que me sumo sin
dudarlo, cómo el escritor más relevante de habla hispana desde Cervantes. Sin
duda.
Y porque lo que sucede al leerlo,
es que no sólo se siente que se lee a un gran escritor, sino que al leerlo uno
se siente un gran lector.
Gabriel García Márquez, tu muerte,
la siento como mía…