Ciertamente hubo bastantes problemas en la logistica y organización, pero la verdad es que ahora al recordar el concierto, solo me he quedado con las imagenes de Andrew Bird y con las seis canciones que nos obsequió Sigur Ros. Solo seis canciones que parecen pocas, y más tras de algunos no pocos años de espera de la banda, pero esa espera, esa espera pudo ser eterna, tal vez la suerte no nos sonrió cuando, después de solo tres canciones Orri Páll Dýrason, se arrancó la diadema que traía en la cabeza y corrió afuera del escenario, tal vez la suerte no nos sonrió cuando el grupo (sin Orri) regresó y solo tocó otras tres canciones más, pero lo que si sé es que nos sonrió en el momento en que esa agupación decidió venir y tocar aquí, y aunque tal vez la situación no se prestó para la majestuosidad que potencialmente se podía adivinar, si nos brindo momentos inolvidables.
En medio de la catarsis interrumpida mientras el nuevo sencillo Gobbledigook es dado a conocer, un cañón de papelitos metalizados de colores disparados al horizonte convierten el manto celeste es una extensión del concierto, al ser llevados por el viento, destellando en el cielo, enmedio de la oscuridad ante las siluetas centinelas de formas caprichosas de las montañan tepoztecas, que como fantasmas en el horizonte, son testigos de como en el cielo, miles de pequeñas estrellas titilan en varios colores, pero uno ya no lo aprecia, lágrimas se acumulan, y se torna todo borroso, todo mágico, un sueño.
Sí, solo fueron seis canciones, fueron un remanso para los que nos encontramos aturdidos por el pop basura, o por la avalancha ineludible de música comercial, tal vez desde su concepto este concierto estaba destinado al desastre, pero, definitivamente a pesar de todos los inconvenientes, siempre habrá valido la pena, y como ellos mismos nos dicen en su canción Agætis Byrjun: "...la próxima vez lo haremos mejor, esto es un buen comienzo".
...para KRMN