-La existencia, al parecer, es solo un accidente de la materia, la conciencia, por tanto, es solo un accidente de la existencia, luego entonces la vida es repetible y la conciencia también, pero se necesitan más que las variables establecidas para que cada una en su caso se dé.- exclamó triunfante, para momentos después, percatarse dolorosamente, de que era un bisquet con mermelada servido en un Sanborn’s.
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Percutores esparcidos por el suelo, charcos de pólvora, tubos de cañón cercenados de su cuerpo, calibres irreconocibles formando pequeños cerros de deplorable destrucción, enmarcaban la masacre, en lo que las alas negras, ejecutoras, planeaban una tras otra y abrían fuego contra las inermes víctimas, rematándolas inmisericordes.
A ése se le conoció como el día que los patos le tiraron a las escopetas.
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- ¿Su nombre? – preguntó el censor, acomodándose la víscera con la goma del lápiz.
-Adán – contesto el hombre, al tiempo que le pasaba el brazo por la espalda de su mujer.
- ¿Y el de su esposa? – inquirió de nuevo el censor.
- Eva - el censor tomó nota y se frotó las manos, orgulloso de concluir un trabajo bien hecho.