Y es ese amor al que uno se vuelve adicto, al que no termina, porque no hay límite en la caída, porque no hay fondo en ese vacío en el que se vuelcan las esperanzas, esas que alimentamos creyendo que, por simple justicia básica debían ser contestadas...
...pero no.
Es la vida en el autoengaño, ni siquiera engaño, pues la conciencia del mismo le da ese sabor de derrota constante, y nos baña del estoicismo del que pelea una batalla perdida, pero no ha de bajar los brazos, ese dejo de falso heroísmo que por lo menos nos concede el protagonismo de la tragedia que representamos.
Tú que me lees, si te has quedado a mi lado hasta este momento, comprenderás lo íntimo de lo que escribo, pero sabrás también que el mensaje es universal, y que esto sólo es la catarsis de un corazón que descubre que por fin puede sentir algo, pero que con horror encuentra que sólo es dolor.
Esto no es para ti, pero confío en que te evite que alguna vez lo tengas que expresar por ti mismo.